Más
de mil malas palabras, gargantas repletas de nudos a punto de estallar , caras
enrojecidas por la ira, ojos a punto de descargar, dolores de cabeza, gritos, sentimientos,
estrés, pasión, conformismo….. Yo soy de las que piensa que en momentos de
presión no sale a flote lo mejor sino lo peor de las personas, o tal vez no lo
peor sino lo que realmente sucede en la interacción entre individuos, lo que
pasa por la mente de cada uno, solo que en este tipo de ocasiones no son
pensamientos sino palabras, y cuando es imposible decir una palabra el cuerpo
se convierte en un cartel ambulante que le enseña al mundo lo que en verdad se
piensa.
Empiezo
así este artículo recordando el 26 de abril como la última vez en mi vida que
marché vistiendo el uniforme de algún equipo, llevando una bandera, haciendo un
baile para divertir a la gente, intentando destacar por todo, uniformidad,
coordinación, preparación, en fin, conseguir ser los mejores en todo a toda
costa, esto implica recordar también lo que muchas veces no se toma en cuenta,
y agradezco que así sea, el “detrás de escena”. Tratar de liderar esto me convirtió en ese tipo de personas que
detesto, por no confiar en los demás, por no permitir a otros colaborar, por
querer hacerlo todo, casi un ogro, y afortunada o desafortunadamente no era
solo yo, éramos cuatro ogros encargados
de coordinar, acompañados y dirigidos por otros dos, que si hablamos de
jerarquías, serían los reyes, mal
pagados, por algunos detestados, y por otros muy amados, pero siempre reyes.
Es
difícil llegar a entender el porqué de esas actitudes tan impropias en un grupo
de jóvenes líderes que se han destacado siempre por liderar de una forma sana
las actividades de grupo a lo largo de sus años de bachillerato, ese grupo que
siempre toma la iniciativa y que por lo general consigue lo que se propone, el
26 casi colapsa, y por más fea que suene mi conclusión al respecto, y me
disculparán aquellos que no entran en el grupo (he aprendido lo impropio de las
generalizaciones), la idiosincrasia de los tolimenses llega a un punto en el
que se convierte intolerante; La pereza, la envidia, la soberbia son actitudes
comunes en cualquier persona, venga de donde venga, pero para ser más clara,
adoptaremos el grupo de ogros (incluidos los reyes) como el estado y los demás,
algunos más y otros menos, como la sociedad asistencialista, donde hay poca
acción de la sociedad y una gran actuación del estado, exactamente lo que pasa
con la mayoría de tolimenses que conozco. El asistencialismo está demasiado
arraigado, pero aun así, todos se quejan de la ineficiencia de los líderes y
como es de esperarse, nadie hace nada al respecto. Organizar un evento macro es
imposible sin la ayuda de todos, y
actuar por convicción debería ser un valor común no una actitud de unos
cuantos.
Confieso
que estuve a punto de dejar todo botado al ver que muchos se jactan de lograr
cosas, o de representar grupos a costa del trabajo de otros, pero retomo
algunas palabras, a mi parecer muy sabias y reconfortantes, de un profesor, uno
de los “ogros”: “la recompensa para los estudiantes que en verdad hacen las
cosas no se ve ahora sino en el futuro, cuando sean jefes” Y por eso, además de
justificar de algún modo mi actitud y la de mis compañeros, le agradezco a toda
la promoción 2013 por participar, colaborar y superarse; Sin importar nada, a
mi parecer todo salió perfecto y espero que cada vez la participación de todos
sea más activa, más participativa, menos asistencialista y practique más el
principio de subsidiariedad para que en un futuro todos seamos jefes.
NOTA:
El principio de subsidiariedad en palabras de Octavio Arizmendi Posada, “es un criterio sólido para la
realización de procesos de desconcentración del poder y delegación de las funciones
entre los varios niveles de autoridad al interior de las entidades”.
DALILA
ANDREA HENAO