A quien
le vamos a mentir, nosotros, los estudiantes que casi siempre obedecimos las
reglas, a los docentes, a nuestros padres y a casi cualquier persona mayor, estamos
en definitiva adoctrinados; llevaba algún tiempo sin reflexionar acerca de esas
pequeñas cosas que tal vez hacen que nuestro colegio (que no es ni privado ni
público) se diferencie de los demás ¿o tal vez no?
El
otro día tenía una reunión importante, me alisté lo mejor que pude y pinté mis
uñas de un bello color rojo, pensé de inmediato en los problemas que tendría al
día siguiente: esos reclamos ilógicos de
la academia por los accesorios, el cabello y el color de las uñas; en realidad
no encuentro diferencia alguna entre un esmalte claro y uno oscuro, son
esmaltes, y si interfirieran en el proceso de aprendizaje, el color sería lo
menos indispensable, y de uniformidad ni hablar, puedo pintarme las uñas en
tonos claros en más de mil formas, del mismo modo podemos hablar cuando nos referirnos al cabello, además, esos conceptos
de uniformidad son medio arcaicos, no encuentro razón alguna para querer
estandarizar todo, con el uniforme (camisa, jardinera, medias, zapatos, saco, pantalón…
etc) basta.
No
hay forma humana de llevar viviendo casi toda la vida con miedo a ser regañado,
anotado, citado, y los mil y un castigos que existen por “portar mal el
uniforme” y no sentirse extraño, y hasta
mal, por hacerlo el último año del bachillerato; hay algo medio automático que
sucede cuando tienes las uñas pintadas o el cabello largo, ves al coordinador
pasar y tratas de disimular si está cerca o esconderte, si hay chance, solo para
evitar cualquier castigo; puede que nadie lo haya notado, pero el peso en la
conciencia o “el lavado de cerebro” como prefiero llamarlo, es tal que uno
llega afanado a casa a quitarse el esmalte o mandarse a cortar el cabello.
Es
increíble e inevitable, que paradigma tan feo, ésa es precisamente una de las
formas de estandarizar la población que, perdonen la expresión, nos tiene
jodidos; el libre desarrollo y la imaginación tiene las alas amarradas, o
mochas, y todas, casi sin excepción, son del mismo color, por eso, en parte, no podemos ser emprendedores y tenemos miedo
de arriesgarnos a tomar rumbos distintos que nos llenen más y nos hagan más
exitosos, estamos acostumbrados a seguir normas, y no seguirlas o modificarlas
un poco solo nos acarreará problemas.
De
muchas formas la escuela construye y destruye, el problema radica en que
construye prototipos y destruye diversidad, alejándonos así de millones de
oportunidades en un mundo desarrollado que rodea a este país tercermundista,
estas reflexiones profundas, basadas en hechos tan básicos, no son más que
deseos de progreso y cambio, nunca son ideas malintencionadas, solo son
pensamientos de una alumna crítica del sistema.
DALILA
ANDREA HENAO
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