Y
es así como uno de mis tantos intentos por no escribir algo medio malo,
relacionado con cualquier parte del colegio falló; hoy hablaré de una de las
peores experiencias de todo mi bachillerato, puede que sea un poco dramática,
pero puede también llegar a convertirse en realidad, aunque a fin de cuentas
fue el ejemplo más claro de una de las tantas frases o dichos que dice la gente
“antes que nada, uno debe ser persona”.
No
es por nada, pero hace unos días me enteré de que el colegio tiene una frase,
“educación humanista” o algo así por el estilo, ustedes me entienden: educación
humanística, calidad, ICONTEC, no es necesario conocer el colegio, máscara… en
fin. El caso es que ni algunos profesores sabían de la existencia de tal frase,
que por cierto tiene un significado gigantesco, y más que eso, utópico: ¿Cuándo
podremos realmente hablar de formación humanista en el NUSEFA? Me explico, hay
robots más humanos que algunos de la comunidad educativa que reciben sueldo de
la Policía Nacional.
Hay
una serie de grandes incoherencias en lo que respecta a la educación aparentemente
integral que pretende ofrecer el NUSEFA; cuando hablamos de formación integral podemos
intuir un desarrollo en todos aquellos sentidos aparentemente posibles de un
joven en edad escolar, tal como mencionaba en mi discurso hipócrita de
bienvenida a la revista de ICONTEC; (me disculpo por la cruda sinceridad pero
es la realidad, a veces, o casi siempre, cada uno de nosotros está obligado a
ponerse la máscara, esa máscara del colegio) este tipo de desarrollo no
significa únicamente dar un espacio a los estudiantes para practicar deportes,
es decir, también hay quienes bailan,
escriben, cantan, están incursionando en la política o hacen algún tipo de voluntariado;
acciones, en algunos casos, muchísimo más enriquecedoras que dos horas semanales
de microfútbol y que desafortunadamente quedan opacadas por los dos o tres de siempre.
Si
uno representa el colegio, lo único que medianamente espera como recompensa no
es precisamente el reconocimiento, es algo de colaboración, ojo, no es mendigar
notas, es dar oportunidades ajustadas a la medida de las necesidades del
estudiante y los requerimientos del docente, algo previamente consensuado; pero
claro, como pasamos completamente desapercibidos, ese tipo de privilegio se
vuelcan únicamente a los deportistas ¿y los académicos, artistas y demás qué? Un
caso plenamente claro y particular es el mío, no menciono otro porque no
conozco uno con menos colaboración. Soy la presidenta del Consejo Municipal de
Juventudes, hay que ser algo técnicos en este sentido, la ley 1622 del 29 de
abril del presente año, por la cual se expide el nuevo Estatuto de Ciudadanía
Juvenil en Colombia, especifica las tareas del Presidente del Consejo, casi por
ley debía presentarme en San Juan de la China con motivos del cierre de la
Semana de la Juventud, que a propósito también viene estipulada en dicha ley,
por tal motivo no asistí a clases el día viernes 6 de septiembre; unos días después,
más específicamente el 12 del mismo mes representaba al colegio, junto a mi
compañera Danna Ruiz, en el VII Foro de Filosofía del colegio Champagnat; por
lo que tampoco estuve en la Institución ese día, lo que me impidió presentar
dos evaluaciones de “salvación” en dos de las asignaturas más difíciles del
colegio; para completar, las excusas no fueron muy valederas, aun cuando una
iba firmada por un Asesor de la Alcaldía Municipal y la otra tenía autorización
directa de la Institución Educativa.
Mi
desenvolvimiento durante el periodo daba para no perder ninguna de las dos
asignaturas sin presentar las dichosas “salvaciones”, pero dejó mi promedio por
el piso, igual que las esperanzas de mis padres por mi promedio en este
periodo; lo que no concibo es este
problemita de notas; mi esfuerzo no es válido en ningún sentido cuando no puedo
ser partícipe de las oportunidades “del montón” y termino con peor nota que
aquellos, muy bien conocidos por no hacer nada, capar clase y demás mientras yo
represento al colegio en otros espacios.
Mi
consejo entonces podría llegar a ser: “tenga miedo absoluto si lo envían a
representar el colegio y usted no es deportista” ¿da tristeza verdad? Esto más
que una queja, es un precedente, y en definitiva no se va a quedar así; hay una
estrecha, casi transparente línea que diferencia el respeto del miedo, distinción
apenas perceptible a los ojos de algunos, robots por supuesto, debe ser por su
condición tal vez; pero en estos asuntos el estudiante no siempre puede ser “el
bobo”.
La
distinción de género para poner notas es discriminación, que vaina tan grave,
no sé, creo que hoy me siento como de “la oposición” pero es que con estos
ejemplares ¡cómo no! Solo espero sabiduría para exigir, paciencia para soportar
procesos lentos y mamertos y resistencia para no dejarme llevar ni por los
sentimientos ni por la posible venganza… que miedo.
DALILA
ANDREA HENAO